INSPIRING LIFE PROJECT

...your safe place where no one can judge you...

Cada nueva historia comienza con ese primer soplo de vida... con ese primer susurro de lo que será nuestra realidad. Con la primera luz ante la mirada inocente al resto del mundo y a partir de ese punto justo donde tomamos el papel en blanco que habremos de escribir por tantos años y al lado de quienes serán nuestras primeras personas más importantes emprendemos ese sutil y complejo proceso de aprender a vivir. Partiendo de las cosas más pequeñas y menudas pero aun así las más extraordinarias vamos desde la primera sonrisa o la primera lágrima... llegamos a decir nuestras primeras palabras y más tarde a dar los primeros pasos y entonces cuando con solo caminar no basta comenzamos a correr e inevitablemente sufrimos caídas y tropiezos que no hacen más que mostrarnos cuánto nos queda aún por aprender... cuanto esperan de nosotros nuestra familia y cuanto más esperamos de nosotros mismos para poder seguir.

Los años se siguen los unos a los otros con tanta prisa que no nos damos cuenta siquiera de los cientos de juguetes que enterramos en los confines de nuestra imaginación. Nos vamos enfrentando a nuevos retos y desafíos y cada día vamos conociendo un poco más del inmenso y vasto mundo que nos rodea y milagrosamente no dejamos de sorprendernos... no dejamos de tener expectativas sobre lo realmente bueno que podría resultar seguir ensayando y descifrando todavía más... cada pequeño detalle aún por descubrir y es por ello que la búsqueda no cesa y no se detienen las ideas o los conceptos que nos vamos formando de la realidad que nos hubo tocado vivir y que de tantas formas inimaginables iremos moldeando en el futuro... tal y como expresara Rabindranath Tagore en su obra Gitanjali …este frágil recipiente lo has vaciado una y otra vez para llenarlo eternamente de vida nueva... esta pequeña flauta de caña la has llevado por valles y montañas soplando a través de ella melodías siempre nuevas… tus dones infinitos vienen a mí solamente en mis pequeñas manos... pasan los siglos y tú continúas vertiendo y todavía hay espacio para llenar. De la misma manera sobrevolamos los prejuicios y los miedos con fantasía e inocencia. Jugamos con los sueños y con la creatividad que nos convierten en los héroes de las propias historias que inventamos... héroes capaces de romper todas esas barreras que definen los límites de hasta dónde podemos llegar. Siguiendo las primeras enseñanzas de nuestros padres llegamos a establecer lo que es correcto y lo que no lo es... lo que debería ser y lo que no está permitido y así vamos creando pautas y dejamos vestigios de todas esas estampas que van calando nuestra personalidad y nos indican los posibles caminos y formas de actuar o reaccionar ante las disímiles situaciones que surgirán a lo largo de esta incesante transformación de la que nos falta tanto por vislumbrar.

Franqueando todas las rutas de nuestro hogar y del vecindario pasamos entonces a la escuela otro lugar más de sobrevida para el aprendizaje pero esta vez de una forma más instituida y que con sus agotadoras clases y horarios puede representar para algunos un nuevo sitio de diversión pero para otros no pasa más allá de ser una verdadera prisión. Nuevamente sumergidos en otra etapa del proceso de desarrollo aprendemos acerca de toda un basta teoría y creamos nuevos patrones de relaciones. Aparecen los amigos o compañeros y aquellos que consideramos como enemigos. Conocemos toda clase de personas algunas de las cuales trazan pautas en nuestro pasado y se convierten en insospechables puntos de referencia para el progreso y la maduración de ese ser que llevamos dentro latiendo a cada segundo y que ya comienza a expresarse. Haciendo frente a dificultades y escenarios de mayor envergadura pasamos por períodos cada vez más complejos como la pubertad y la adolescencia que implican cambios necesarios en nuestra forma de vernos y en la forma en que vemos sustancialmente el resto del mundo. Igualmente caemos en esas primeras tontas acciones que hacemos siempre para encajar o para ser aceptados por nuestro círculo social. Más tarde llega el primer noviazgo otra nueva impresión que nunca se olvida porque marca una nueva forma de sentir el amor que antes no conocíamos y que nos resulta ser la más especial.

Y mientras los años se van apenas sin darnos cuenta de que ya tenemos barba llegan momentos de tomar decisiones difíciles y decidir el curso que daremos a nuestra vida. Algunos quemamos etapas saltando a responsabilidades mayores mientras otros simplemente dejamos los estudios en algún punto de ese largo camino y otro grupo sigue hasta a la universidad para terminar con el difuso sistema educacional de una vez... pero todos absoluta e invariablemente llevamos algo en común y es que terminamos por hacernos adultos y a lo largo de ese implacable proceso al que una vez cuando éramos niños quisimos llegar desesperadamente... pues vamos creando incontables memorias ya sea de personas y de lugares o incluso de objetos que marcan lo que hoy somos o lo que en un momento determinado y de cierto modo fuimos y es que ...somos nuestra memoria... somos ese quimérico museo de formas inconstantes y ese montón de espejos rotos… tal y como dijo Jorge Luis Borge en su libro Elogio de la Memoria. Algunos de estos recuerdos se hacen increíblemente fuertes y nos atan firmemente a las ideas del mapa que construimos como nuestra verdad y otros secretamente parecen desaparecer con el tiempo pero aun así ahí están y terminan por convertirse en las nostalgias más preciadas de una época que ya vivimos y a la que nos será imposible regresar.

Irremediablemente cometemos errores... errores que algunas veces saldamos muy caro y de los cuales podemos lamentarnos toda la vida. Muchas veces ocultamos hechos que nunca quisiéramos revelar. Vivimos entre mentiras... juzgamos... robamos y hacemos cosas que no nos gustarían pero que nos parecen necesarias con tal de no herir a las personas que amamos y aun así seguimos en pie. Sabemos que debemos seguir adelante y lo intentamos. Echamos nuestro pasado a cuestas aunque nos agobie a cada instante pero seguimos porque es el presente el que nos define como personas. Es lo que hoy y ahora damos de nosotros y la sinceridad y el espíritu con que lo damos lo que realmente nos hace la clase de persona que queremos ser. Así que sostenemos nuestra culpa y cargamos con nuestros muertos y nuestros pecados... más no vacilamos y no dejamos de insistir porque sabemos es la única manera de redimir las deudas que aún nos quedan.

Sin darnos cuenta siquiera andamos día a día ensimismados en esa realidad que creamos a nuestra manera. Transitamos por lugares que nunca imaginamos conocer viviendo experiencias deslumbrantes quizás pero presas de la rutina o el estrés y muchas veces de nuestro propio ego olvidamos la conciencia de quienes somos y olvidamos nuestros recuerdos... todas esas cualidades que nos definieron cuando fuimos pequeños... olvidamos buscar el propósito del porque hoy estamos aquí... olvidamos plantearnos metas y olvidamos cumplir los sueños que de niños una vez quisimos realizar. Otras veces nos enfocamos tanto en los planes que hacemos que dejamos de lado disfrutar cada pequeño instante de este valioso tiempo y codiciando desesperadamente hallar la felicidad que creemos estará al doblar de la esquina caminamos por calles y calles sin encontrarla jamás y para cuando nos damos cuenta de tan insensato error hemos consumido ya toda la vida en la ciega búsqueda de un sueño que quizás siempre estuvo a nuestro lado y que no fuimos capaces de ver ...algún día en cualquier parte o en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo y esa sólo esa puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas... Pablo Neruda.

Más a pesar de todas nuestras caídas seguimos creciendo y llegamos a un punto en el que no es suficiente la familia que conocimos de siempre y queremos o sentimos la necesidad de crear la nuestra. Con el matrimonio y los hijos emergen más personas importantes tal vez las más importantes que llegaremos a conocer incluso más que nosotros mismos y es entonces que nos damos cuenta de que ya no estamos creciendo sino que envejecemos a la par que hacemos por nuestros hijos lo mismo que una vez nuestros padres hicieron por nosotros... o sea ayudarnos a crecer. Comenzamos a vivir sin darnos cuenta desde otra perspectiva y nos convertimos en maestros de los nuevos héroes que habrán de consumar nuestras batallas. Llegamos a comprender con franqueza la forma en que surgió nuestra historia desde el preciso instante en que nacimos y lo que sucedió antes de que naciésemos... cuanto tuvieron que enfrentar nuestros padres hasta llegar a nosotros y así ciertamente caemos en cuenta del transcurso de los años y en los días que se van. La propia familia que creamos va madurando y aquella de la que una vez brotamos se va apagando muy lenta y tenuemente hasta quedar cristalizada solo en los viejos retratos y fotos por encuadrar. Nuestros hijos crecen como una vez nosotros lo hicimos y se marchan como una vez nuestros padres también nos vieron marchar y en tal punto nos parece ya haberlo visto y vivido todo pero aun así después de tantas anécdotas, de tantas personas y tantos lugares por recordar nos queda tanto por aprender pero el tiempo no alcanza y se hace necesario o casi imprescindible comenzar a pensar en lo que ha sido y será de lo que nos queda de vida. Sabemos que estamos en ese punto al que no pensamos llegar nunca y por bien o por mal estamos ahí y lo enfrentamos con el pasado... con el presente... con el futuro que nunca llegaba y ya está aquí junto a nosotros... susurrándonos desde lo más profundo de nuestro ser que aún debemos seguir.

Es el momento en el que nos hacemos viejos. Es el momento de recapitular y observar detenidamente nuestro pretérito como una película de tantas y tantas horas y asusta llegar o estar ya en este punto... asusta sentirse ya tan cerca... pero a pesar de todos esos miedos y lágrimas alcanzamos a ver cuanto hubimos disfrutado este pequeño pero a la vez inmenso lapso de tiempo por el que hemos venido a esta tierra para amamos porque sabemos que ...el tiempo es muy lento para los que esperan... muy rápido para los que temen... muy largo para los que sufren y muy corto para los que gozan... pero para quienes aman el tiempo es eternidad... como diría William Shakespeare. Ha llegado la hora ya de la despedida. Todo es silencio alrededor y en nuestro interior las impresiones de nuestra niñez... nuestra adolescencia... nuestra juventud... nuestra adultez y nuestra vejez no se detienen. Sentimos nostalgia tras saber que nos queda muy poco junto a todas esas personas en los que dejamos nuestras huellas y de alguna forma también sentimos paz y consuelo al saber que al menos llegados hasta este punto fuimos capaces de aprender a vivir siendo felices aun con los sucesos y momentos más pequeños... porque al fin y al cabo es esa la tarea más importante para la cual habremos venido a este mundo y con la cual habremos de irnos.

Nos vamos y nos llevamos el secreto de lo que hay más allá de lo que ahora vemos... nos vamos y no sabemos siquiera que le sigue después pero eso no importa ya cuando llevamos de consuelo el sentido de toda una vida vivida de la que aún en las más oscuras tinieblas habremos de sentirnos orgullosos. Este es el tránsito final y aunque partimos otras miles de millones de historias se seguirán escribiendo y contando y nuevas habrán por escribirse. Nos vamos y el mundo seguirá en pie al igual que todas esas grandes obras que una vez dejamos en él. Y al final cuando todo termina... cuando bajamos el telón de la última escena de de este complejo tejido de creación que hemos construido es ahí cuando vemos que nuestra vida es en esencia lo que sentimos y no lo alto que podemos llegar... es lo que nos esforzamos por creer y no lo que hemos logrado alcanzar... no las circunstancias en las que nos ha tocado vivir sino más bien todo aquello que hemos logrado vislumbrar desde lo más profundo de nuestro ser... de todas esas palabras que suspiramos por dentro y que definen nuestra personalidad... de todas esas personas en las que hubimos plasmado nuestra huella y que nos habrán de recordar por siempre... de todas esas luces que alcanzamos encender en medio de la oscuridad y de todas esas canciones que logramos cantar a lo largo de nuestro camino y que aún después de nuestra muerte seguirán siendo cantadas por quienes nos aman y una vez hubieron de amarnos porque cada vida es una interesante obra literaria cuyo epílogo es el recuerdo de los demás.

La vida corre irremediablemente y en silencio y en medio del movimiento caótico que nos rodea comienza por esfumarse y al final del día todo se va... lo bueno y lo malo... lo que pudo hacernos sentir bien o lo que pudo hacernos caer hasta el abismo más profundo y lo único que quedan son solo recuerdos que tal vez queden manchados con la idea de que pudo ser mejor o recuerdos que pueden convertirse en una imagen grata que nos acompañará por siempre y que podremos contarle a nuestros amigos... a nuestros hijos o a nuestra pareja como algo que realmente mereció la pena vivir.

Y es que creo... venimos y andamos este menudo espacio de luz por muy poco tiempo que no nos alcanza para aprender siquiera una décima de todo lo que realmente necesitamos para llegar a ser perfectos pero realmente ese no es el enigma... la cuestión es hasta dónde queremos llegar y que tanto estamos dispuestos a dar para alcanzar ser mejores seres humanos. El verdadero significado radica en creer que no existen cosas imposibles... sino sólo difíciles de lograr y que la felicidad no puede convertirse nunca en nuestra meta ni en un objetivo a merecer a corto o largo plazo puesto que nada hace que sea más inalcanzable que tratar de encontrarla. La felicidad como esa paz que tanto anhelamos para librarnos de todas nuestras terribles circunstancias tiene que ser nuestro camino y no la cima de la montaña que algún día habremos de alcanzar y más allá de concebirla de una forma abstracta en la que todo lo que nos rodea es y será absolutamente ideal es necesario entender que ser felices no implica que no volvamos a llorar... que no sintamos miedo o que seamos insensibles al dolor. Ser felices implica que tendremos al menos hoy la esperanza de lograr cumplir nuestros sueños. La vida nos llega y nos llena y después como es ley se va y solo habrá valido la pena vivirla si asumimos el hecho de que realmente hay un propósito detrás de todo este misterioso plan... un propósito que precisamente cada uno de nosotros es capaz de llegar a descubrir después de haber contado nuestra gran historia.

Primer Fragmento • La Vida

Now it's time to start living...

...somos un pequeño destello de luz en el vasto universo que nos rodea... así que innegablemente tenemos muy poco tiempo para llegar a ser nuestra mejor versión y cumplir con nuestro propósito más elevado que se concreta en estar dispuestos a aceptar nuestra inherente capacidad de amar como único camino seguro a la felicidad...

...vivir plenamente es un flujo constante de obstáculos que surcar... equivocarnos es parte de la naturaleza humana y de todo un proceso de crecimiento y madurez en el cual es imprescindible normalizar que no somos perfectos y que podemos ser especiales más allá de los inestables estándares sociales cuando el impacto de quiénes somos se resume en la sinceridad con la que honramos a los que amamos y en la simplicidad con la que disfrutamos cada pequeño instante que vivimos...

...es increíble lo rápido que pasa el tiempo... pero más increíble aún es el hecho de que casi nunca nos detenemos a pensar en cuanto hemos crecido con los años... quizás inconscientemente evitemos recordar el pasado porque de cierta forma nos duele... sin embargo en algún punto necesitaremos mirar atrás para lograr entender donde estamos ahora y adonde queremos llegar....